La idea es evocar, producir algo en el otro que quizá se parezca a eso que nos pasa a nosotros, pero no de convencerlo de que lo que nos pasa, lo que sabemos, es absolutamente cierto. El valor del teatro, si es que tiene alguno, es la irresponsabilidad. ‘Negro’ es una obra sobre la estafa moral, sobre la dignidad del hombre en tiempos de indignación. El nuestro es un país enfermo. Sufre de una casi incorregible amnesia. Nos cuesta recordar, y cuando lo hacemos tendemos a la melancolía. Y esta melancolía se fundamenta en lo remoto, en lo que se nos escapa. Algunas veces, incluso, nuestra memoria nos juega sucio, nos hace evocar falsos recuerdos o imágenes confusas de los acontecimientos. Es decir que vacilamos, que nos cuesta la acción. Nuestra indignación suele desaparecer algunas veces más rápido que el estruendo de los disparos. Este es quizá un paliativo para escapar al dolor, pero un paliativo en últimas.